martes, 22 de abril de 2008

Si Fuera Famosa, me Parecería a Mí Misma

Estoy convencida de que debo tener una cara muy común para que siempre me digan que me parezco a alguien. Según una profesora, soy idéntica a una amiga suya y de hecho, la patuda me llama por su nombre, así como que se confunde. Y menos mal que yo soy buena para acostumbrarme, porque ahora escucho “Tamara” y levanto al tiro la vista. Y eso que me llamo María José, por si acaso.
El otro día en el local de mi abuelito, entra un caballero muy simpaticón que me saluda. Después se ríe y me vuelve a mirar. Ya a la tercera miraditas-sonrisitas, cuando parece chiste el tema y yo me preocupo de no tener una mancha en la cara, le pregunto qué le pasa y me dice “te encuentro cara conocida”.
“Ah sí -le digo yo- es que salgo en la tele”.

Lo que no es cierto, aclaro, pero me da mucha risa decirlo porque varios se hiperventilan con eso, “recordando” en qué programa me vieron, así como para descartar me imagino que no sea en un reportaje de policías y drogas, por ejemplo. Y me creen hasta que yo o con quien esté comencemos a reír, claro, porque el otro día papá me delató con el caballero que le ponía bencina en el auto, que le daba con que me había visto en alguna parte y yo dale con que me había visto en un comercial.
O como el caballero ese día, quien seguía riéndose todo cocoroco y me decía “Nooo, ¿de verdad sales en la tele?” y para mí eso es lo más entretenido que hay porque con lo tentada de risa que soy, aguantarme es muy difícil, sobre todo pensando en porqué se emocionarán tanto, ¿si salgo en la tele me pedirán autógrafo?. “Sí, salgo en la tele”.
“Ah ya –me dice todo emocionado- ¿en TVN?”
“Nooooo –ahí ya me largo a reír (si soy chistosa, no mentirosa)- no trabajo en TVN”.
Pero él me corrige: “No dije eso, dije en “Infieles”.
Y ya no le encontré tanta gracia al tema porque yo venía del trabajo, buscaba a mi primito para llevarlo al cine a ver ‘31 minutos’, con traje de dos piezas y en verdad, aunque yo tenga alma juvenil y cara de niña, igual me visto como grande, entonces ¿cómo un tipo me compara con niñas que salen en pelota durante todo el programa?
Ahí comprendí porqué la risa picarona y todo eso.

Es como con la hermana de mi abuelita, que a la postre tiene casi 100 años y de la única que se acuerda, más o menos bien, es de mi abuelita. Y siempre la llama aunque son de esas llamadas simbólicas, como para comercial de larga distancia, porque cuál está más sorda que la otra e incluso se enojan por cosas que seguramente, se inventan. Son súper chistosas y eso que yo las ayudo a que se comuniquen y tomo los recados, pero verlas es de lo mejor.
Además mi abuelita como que la ‘pela’, yo escucho a la tía hablando del otro lado del teléfono mientras ella me hace signos de que su hermana habla puras cabezas de pescado. En realidad, mi abuelita le pega 3 patadas a la viejita de años dorados, es mucho más entretenida.

El tema es que además de eso, la tía abuela tiene mala memoria. Es una forma delicada de decir que no se acuerda de nada más que de su nombre y el de su hermana, claro, entonces un día yo, esmeradísima, se me ocurrió armarle el árbol genealógico mientras esperaba que mi abuelita fuera a contestar. Así empecé a dictarle la chorrera de hijos, nietos y sobrinos como para que se hiciera la idea, pero la tía estaba preocupada de mí, así como que nadie le hablaba tanto en mucho tiempo y menos tan fuerte, porque a mí “me entendía clarito”.
Y me pregunta qué hago y yo le digo que soy periodista. “Mijita, qué bueno, ¿en qué canal trabaja?”, cosa que me hace reír porque para los abuelitos, uno es periodista si trabaja en la tele o en el diario no más, yo me he vuelto mono explicándole al mío el tema de las asesorías y me di por vencida hace dos años. Menos le iba a explicar a la tía que, más encima, yo sabía que apenas me colgara se iba a olvidar.
Así que le dije que sí, que en el 7. “¿En el noticiero, mijita?”. Sí abuelita, en el noticiario. “Qué bueno, yo justo veo ése”. ¿De verdad? La otra semana le mando saludos…


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martes, 15 de abril de 2008

La Joyita v/s El Mati

La Joyita, el auto, nos abandonó la semana pasada.
La verdad es que su despedida se veía venir, como cuando dejó de abrir la ventana del copiloto en plena temporada de los 30º a la sombra. Y yo me acordaba del chiste del Coco Legrand en el que se reía de los flaites que se creen cuicos andan con los vidrios arriba, cagados de calor, aparentando que tienen aire acondicionado.
Bueno, yo andaba así, sin aire y encerrada, pero porque el vidrio una vez abajo, no vuelve a subir. Y después de quedarme cuidando a la Joyita una hora en el estacionamiento mientras mamá iba al supermercado, porque se me ocurrió abrir la ventana, preferí asarme de calor e ir asfixiada de ahí en adelante.

O podríamos decir que empezó a despedirse dos meses antes incluso, cuando fue imposible volver a abrir la puerta del piloto desde dentro del auto. Hay que bajar el vidrio y abrir por afuera. Que al final es súper chori porque es como que te abrieran súper galantemente la puerta del auto todos los días.
Pero una misma.
Pero ahora murió en serio, se destrozó la bomba de agua y se funde al tiro. Sin contar que yo vi como mamá el otro día se encaramó a uno de esas cosas de cemento que dividen las pistas en la calle. Y quedamos casi varadas.

El Matías en cambio es mi perro. Él nació cuando tenía todo en su contra porque ambos padres eran secos y competían, puro pedigree y estaban inscritos más encima. El problema es que eran de distinta raza. Pero contra el amor no se puede hacer nada, así que el detalle de que la perrita midiera 3 veces lo que medía el perrito, fue algo que solucionaron los empeñosos padres con unas cajas que utilizaron como escalera. Y así nació el Matías junto a otros 7 cachorros, todos muy lindos, pero despilfarrando la estirpe millonaria.
El tema es que el Matías, en la casa que antes teníamos, se creía Indiana Jones, se perdía en el patio, se dejó crecer el pelo hasta tener dreadlocks, tenía amores con todas las perritas del barrio. En fin, todo un galán de la familia no más.
Hasta que nos cambiamos de casa.

Y me empezaron a mirar feo al perro, porque por más que yo insista que sus padres son muy finos, la mezcla no lo es nada. Y acá pasan puros perros con collares bacanes y con nanas propias que le hacen mohínes. No sé si fue por todo eso o qué, pero en esa época el Matías empezó a ponerse gay. Y mira a los perritos. Y hace otras cosas que no pondré acá, porque me da cosa incluso cuando tengo que perseguirlo para que deje a otro can tranquilo.
Además se hizo “un Esmeralda” también y quedó ciego. Es el único perro de la cuadra capaz de activar 4 alarmas de autos en un solo paseo: porque choca contra las puertas al cruzar la calle.
Igual es entretenido cuando le digo que lo voy a pasear y, en vez de salir por la puerta, se encarama a un sofá.
Y no es tan entretenido cuando en vez de caminar choca con un poste de luz.

La veterinaria dijo que bien cuidado, podía durar unos años más. Y a mí lo que me da susto es que le dé un Tec Cerrado con tanto golpe, porque no me puedo imaginar al Matías conectado como vegetal tampoco.
Según el papá, el Matías también nos abandonará en cualquier minuto. Así como la Joyita. Y me pregunta qué dónde lo vamos a dejar, como si yo conociera algo así como un asilo de perros… o pudiéramos ponerle un poddle toy para que hiciera de lazarillo.

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