miércoles, 27 de junio de 2007

Mis Vecinos

Vivo en un condominio de 4 departamentos. En uno de ellos viven mis abuelos, en otro mi familia, y los de abajo son ocupados por dos vecinos.
Mi primer vecino es bien raro. Es un solterón de cuasi cincuenta, pero bien mantenidos. Nosotros creíamos que traficaba coca, habíamos hecho apuestas incluso, pero no hemos visto gente con cara de drogo tocándole la puerta a media noche. Ahora tiene una novia que vive con él, pero antes tenía unas fiestas medio sórdidas, con chicas que parecían modelos y unos amigos más turbios que él. Raro.
En fin, pero mi vecino A. es súper simpático, no reclama por casi nada y ahora que nadie quería pagar la cuenta del agua “comunitaria” él se ofreció. Es que de verdad no trabaja, así que tiene tiempo
Mi otra vecina es un show. Cuando llegamos nos hizo la vida imposible e incluso mi conejo tuvo que buscar mejor vida. Se llama Jeannette pero se cambió el nombre y la religión para casarse con un judío… que entre nos, igual la dejó, con un nombre difícil de pronunciar, una hija de 20 años que aún no sale del colegio y con una neura anti hombres terrible.
Con ella no tengo relación, sino que más bien tejado de vidrio. Hace dos años nos “pilló”, por decirlo así, con un chico en mi departamento. Me trató de TODO porque con el “ruido” no podía escuchar la teleserie. Me amenazó casi de muerte y con contarle todo a mis papás de pasadita.
Desde esa fecha me esforcé al máximo, le abría el portón y hasta le sacaba la basura. Fui una vil “chica de los mandados” incluso.
Obviamente contó todo igual, pero se lo dijo a mi abuelo y ardió Troya. Él todavía la tiene amenazada con una querella por injurias y calumnias por atentar contra mi calidad de “señorita”...
¿Y yo? Calladita… el papel de víctima me sienta muy bien.

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domingo, 24 de junio de 2007

Contrato de Pololeo

Uno sabe perfectamente con quién quieres pololear unos meses, tal vez un año, o con quien quieres estar toda la vida.
Si pensamos que matrimonio es un “contrato solemne”… ¿Por qué el noviazgo no podría tener las mismas solemnidades?
Yo, de partida, comenzaría con las cláusulas. Para qué nos vamos a meter en el tema del “amor eterno” y banalidades como “llamarme al menos 3 veces a la semana, un mensaje de texto diario y un mail al mes con declaraciones de amor”. Hay temas más trascendentales que fundamentar, por ejemplo:
1. Infidelidad: Te aviso al tiro que eso significa PLR sin derecho a réplica. Además procede un embargo absoluto de los bienes (los que yo regalé claro) sumado a un correcto manejo de la situación, es decir, la que debe quedar siempre bien parada soy YO.
2. Amigos: En un tema conflictivo y como somos adultos, podemos llegar a un buen acuerdo como dividirnos los amigos comunes en un 50% para cada uno. Me quedo con los más entretenidos y los que tengan amigos minos, claro está.
3. Familia: Estoy por las relaciones diplomáticas al 100 por ciento, pero ojo, no existe permiso para que el pololo sea el nuevo hijo putativo de mi familia. O sea, la favorita siempre seré yo, por lo que no es necesario que sigas llamando a mi casa preguntando por mi abuela.
4. Mascotas: Afortunadamente no he tenido, pero si tenemos una mascota común y es de “marca”, me la quedo. Total, los hombres nunca las cuidan tan bien como una.

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domingo, 17 de junio de 2007

Síndrome del Antílope

Ese es mi nuevo mal. Debo aclarar que el nombre no es de mi autoría, sino que de un amigo, que por esta relación de amistad en la que él se entera de todas mis andanzas, no se ha visto impedido de gastarme un par de bromas al menos.
Su última broma fue esta:
Le contaba que, evadiendo el tema de mi reciente separación con el cuasi-amor-de-mi-vida, había vuelto a hablar con un chico, con el cual tuve una relación sin importancia años atrás.
Hasta ahí todo bien, pero cuando le conté que ese “acercamiento” incluía promesas medias califas por msn, se carcajeó dos horas y me dijo:

“Vos eres el único antílope que se perfuma para que lo encuentren”.

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viernes, 8 de junio de 2007

I Love Metro

Con P. nos hemos visto sólo dos veces.
La primera vez no pasó nada de espectacular salvo unos besos rápidos y estresantes, con la certeza del “sé que tienes novia pero como no me has dicho nada, hago como que no sé”; situación que más encima terminó de improviso cuando vi a mi fiel amiga haciéndome señas de tipo “¡corta, corta!” desde el otro lado del ventanal, mientras detrás de ella corría una chica con cara de “te voy a matar!”.
Y ese signo, sin duda, era para mí.
La segunda vez en cambio, nos encontramos en el andén del metro Universidad de Chile. Demás está decir que él, desde la famosa fiesta, estaba a un paso de ser echado del departamento de su novia y yo, con prohibición de acercarme como si fuera una cuasi asesina. Por eso, puedo dar fe de que hicimos todos los esfuerzos humanos de comportarnos bien en el metro, pero comprenderán que a las 7 de la tarde, cualquier intento por preservar tus 0,3 metros cuadrados es casi un insulto en esa lata de sardinas.
El movimiento y el calor humano –que si obviamos el olorcito puede ser bien sexy- hicieron su trabajo. Además, la sensación de estar en la mira de tantas personas, atraídas sin duda por el cartel de neón que se encendió sobre mi cabeza que decía “culpable”, convirtieron el estresante viaje de retorno a casa en un paseo muy placentero. La rutina de besos y caricias eso sí tapados por los abrigos quedaron en suspenso.
Hasta hoy. Creo que por primera vez conoceré cuál es la última estación del metro de la línea 1.

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