viernes, 8 de junio de 2007

I Love Metro

Con P. nos hemos visto sólo dos veces.
La primera vez no pasó nada de espectacular salvo unos besos rápidos y estresantes, con la certeza del “sé que tienes novia pero como no me has dicho nada, hago como que no sé”; situación que más encima terminó de improviso cuando vi a mi fiel amiga haciéndome señas de tipo “¡corta, corta!” desde el otro lado del ventanal, mientras detrás de ella corría una chica con cara de “te voy a matar!”.
Y ese signo, sin duda, era para mí.
La segunda vez en cambio, nos encontramos en el andén del metro Universidad de Chile. Demás está decir que él, desde la famosa fiesta, estaba a un paso de ser echado del departamento de su novia y yo, con prohibición de acercarme como si fuera una cuasi asesina. Por eso, puedo dar fe de que hicimos todos los esfuerzos humanos de comportarnos bien en el metro, pero comprenderán que a las 7 de la tarde, cualquier intento por preservar tus 0,3 metros cuadrados es casi un insulto en esa lata de sardinas.
El movimiento y el calor humano –que si obviamos el olorcito puede ser bien sexy- hicieron su trabajo. Además, la sensación de estar en la mira de tantas personas, atraídas sin duda por el cartel de neón que se encendió sobre mi cabeza que decía “culpable”, convirtieron el estresante viaje de retorno a casa en un paseo muy placentero. La rutina de besos y caricias eso sí tapados por los abrigos quedaron en suspenso.
Hasta hoy. Creo que por primera vez conoceré cuál es la última estación del metro de la línea 1.

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