miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mi Primer Choque... y de Mina!

Mi primer choque en la historia. Y un choque de mina más encima. No porque tengamos problemas de reflejos ni de rapidez, ni seamos más malas que los hombres manejando, sino porque usamos cartera. Y los hombres no.
Entonces una, que ve todos estos programas como “Aquí en Vivo” y “Policías en acción”, que es capaz de reconocer a los patos malos con sólo mirarlos, que se niega a bajarse en el metro Franklin después del reportaje de las bandas que acechan ahí, sale espantada cada vez que toma el auto. Porque no sólo en las pasarelas asaltan, rompen vidrios con piedras y sacan las carteras, sino que en todas las esquinas. Entonces yo, que me las doy de valiente, pero a la primera salgo corriendo, no encontré nada mejor que una muy mala costumbre: meter la cartera debajo de mi asiento.
Así que cuando salí el otro día –fugaz, lo admito- a buscar a mi mamá y a mi hermana al trabajo, casi automáticamente dejé la cartera ahí. Y mal ubicada por cierto. Entonces la Kennedy y el bip-bip de los ladrones de la Costanera Norte, que dicen que pasé a la hora de atochamiento y no es cierto, muchos autos pasando y un tonto camión como a 20 en Los Conquistadores. Y una, que a veces se cree Schumager, adelanta (al igual que todos los otros no más) y se encuentra con feroz taco, entonces una frena, porque muy Schumager me creeré pero no soy tonta y PUF.
Se enreda el taco de mi bota en la cartera y sólo alcanzo a rozar el pedal del freno. Un segundo después logro sacarla y nuevamente a frenar, pero ya había chocado.
¡El accidente más gil de la historia!

Y la primera vez que una choca es fuerte. Porque en mis otros accidentes me habían chocado, entonces es como ¡sorpresa! Pero no alcanzas a hacer nada. En cambio yo acá vi que iba a chocar, así que me agarré del volante con las dos manos y cerré los ojos. Después don Julio –el dueño de la grúa- me dijo que ésa era una muy mala costumbre porque hay que mantenerlos abiertos todo el rato por si se revienta el parabrisas y hay que esquivar los vidrios. Y yo le dije que era enfermo de turbio, si yo estaba en shock todavía y paseándome por primera vez en un grúa por Santiago como para que me dijera que pude haber quedado tajeada de por vida.
En fin. Pero lo peor de todo es que cuando abro los ojos, lo primero que hice fue comprobar que estaba entera. Y estaba, entonces me preocupé del pobre que se cruzó en mi camino cómo estaría y suspiré aliviada porque el hombre se bajó de lo más bien de su auto. Hasta que me empezó a tapar a garabatos. Y me golpeaba el capot del auto. Y a mí que me cargan los carabineros, estuve tentada a llamar al 133 pensando que ese hombre me iba a matar si me bajaba.
Porque para eso hay que ser muy bestia. O sea, cuando me han chocado yo me asusto y eso, pero no me imagino que la gente choca a propósito. Pero este gil sí y me gritaba tantas cosas, que ni siquiera me dejaba subir el auto a la vereda así como para despejar el taco que estábamos provocando.
Y como buen hombre, cuando vio que a su tonto auto no le pasó nada, se tranquilizó. Después se acercó a tratar de abrir mi puerta –que quedó atorada, ni sé cómo me bajé, yo creo que del susto- y cuando vio el mío me dijo: “Igual tu auto quedó mucho más cagado que el mío”.

Y yo sentí como que se alegró de eso.

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