martes, 29 de enero de 2008

Estamos Rodeadas, Vieja

Debo haber repetido esa frase, mínimo, diez veces el sábado por la noche. Guachomino al que le echaba el ojo era gay.
Al principio pensé que era prejuicio mío, porque en verdad a los hombres les cuesta vestirse bien y yo los veía a todos con tenidas dignas de la tienda Zara. Pero no: ¡Eran todos gays!

Para colmo, no contentos con privarme de una noche como la gente, pasaban al lado mío pisoteando mi ego, sin mirarme siquiera, mientras le hacían ojitos a otro guachón que estaba junto a mí en la barra. Que también era muy mino, pero ya le había pedido fuego y me encendió el cigarro con la misma coquetería que lo haría un hermano.
Y le hacía ojitos al barman. Gay.

“Estamos rodeadas, vieja”, le decía a mi guachi-amiga con cara de funeral, mientras ella tentada de la risa, me decía que para qué me iba a deprimir si ellos eran los que se perdían las medias minas, mientras yo me conformaba mirándome, porque es cierto y aunque viene de cerca la recomendación, nos veíamos demasiado minas.

Pero igual me quería enterrar.
Le dije que me iba a quedar en la casa encerrada hasta que se terminara esta moda, porque ni siquiera podía jugar “a lo Spiniak” si incluso los pendex andan con esa bisexualidad a flor de piel. Que mira todo lo que me demoré arreglándome, ¡sólo para que un gay me preguntara dónde había comprado mi linda polera!

Tenía un inmenso mohín en la cara y al final opté por lo sano.
Acepté bailar con un gay que, pese a ser cero target guachón y además tener cero posibilidades, bailaba demasiado bien.

Y lo perdí cuando tocaron Madonna, porque se fue corriendo al escenario y de ahí no pude bajarlo más.

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domingo, 20 de enero de 2008

En Búsqueda del Don

Cuando era niña era seca jugando tenis. O sea, papá que es seco y fanático, se puso chocho al ver que su primogénita había heredado el don. Y yo, después de haber probados otros deportes, también pensé: “¡Esto es lo mío!” así que partía más embalada que nadie, incluso los fines de semanas, ahí, en medio de la cancha soñando con el Wimbledon. Bueno, no sé si tanto, pero igual quería participar en torneos y cosas así.

Lo malo es que la gracia me duró como un año solamente, porque justo ahí quedé ciega. Pero the real ciega, así como la Esmeralda en esa teleserie cebolla que daban hace años en RedTV, donde se lo llora todo por el protagonista que está enamorado de la hermana y de ella no, porque es ciega, pero recupera la visión en el último capítulo y se casan igual.

El tema es que yo me “hice un Esmeralda” y estaba ciega, o sea, no veía nada como a un metro de distancia, entonces dejé de darle a la pelota. Papá se agarraba los pocos pelos que tenía, histérico, pensando en que su niña había perdido el don y se cansaba de darme instrucciones, cuando al final el tema era que yo sólo veía una mancha amarilla. Y en esas condiciones, era más sano esquivarla para evitar un moretón en la cara que lograr responderla al otro lado de la red.
Y después el oculista, muy poco práctico, me recomendó unos potos de botella, que obvio que no me servían ni para el estilo ni para correr muy rápido. Después los lentes de contacto que se endurecían con el polvo y así, puros problemas. Al final, “tiré la raqueta” como dicen los profesionales y nunca volví al temita.

Todo esto es motivo de chiste en mi casa, porque cada vez que papá va a jugar tenis yo le recuerdo que tenía el don, que si no hubiera sufrido “un Esmeralda” hoy sería súper famosa, viajando con una raqueta al hombro y sería la novia de Fernando González, porque claro, no hay ninguna chilena que le haga el peso y por eso pololea con la argentina, pero después de verlo en el comercial de Hass, te apuesto que hubiera sido yo la nueva novia de Chile.
En fin… El otro día papá me pilló volando bajo y me dijo que, como ahora estaba operadita de mis lindos ojitos y tenía vista 20/20, debería volver a jugar. Y a mí me picó el bichito.

Mamá me dijo que era por González, pero yo le respondí que no, es por el don.
Porque asumiendo que yo sufro de miles de síndromes –como del cantante incomprendido, el de Zamorano, el de la Guachomina Intimidante, el del Antílope y otros- es demasiado importante tener dones. Así como para compensar yo creo. Y hay que ser muy bestia para tenerlos y después perderlos. Y yo puedo ser muchas cosas, pero no bestia.

Lo único malo de todo esto es que papá tiene un muy mal concepto de los deportes. Porque es como los “hermanos dolor”, o sea, si no hay sufrimiento, no hay ejercicio. Yo le digo que está mal enfocado, si igual la gracia es disfrutar del paleteo, pero él no. Si jugamos tenis tiene que ser a la hora en que las palomas caen asadas, tipo 14.00 horas, al menos jugar una hora sin descanso y sin agua.

Y aquí estoy ahora, preparándome mentalmente para un partido de tenis con el papá. Estoy nerviosona, lo admito, además como que me fijé que no tenía ninguna tenida para hacer ejercicio y él me dice que es porque soy demasiado floja. Yo le digo que soy seca, lo que pasa es que mis actividades que queman calorías no aparecen en los juegos Olímpicos. Papá me mira feo porque es súper mal pensado y yo le digo que por bailar tampoco te dan medallas. Cien puntos para mí. Se ríe y me dice que en la cancha veremos mi estado físico. Y yo, si a algo le tengo poca fe, es a mi estado físico.

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miércoles, 9 de enero de 2008

Cuestión de Peso

Debo admitir que cuando vi la propaganda de este programa lo encontré harto patético.
O sea, la gente gordita sufre, entonces eso que los hicieran bailar con una polera que te recuerda todos los días cuánto pesas lo encontré atroz. Y que después los obligaran a pesarse frente a todo Chile en una balanza gigante… ¡macabro más encima! Para colmo, todos los doctores y nutricionistas que están en el panel tienen pinta de anoréxicos. O será el efecto de verlos al lado de los gorditos… no sé, pero pintaba para deprimente el tema.

Pero obviamente apenas pude vi un capítulo. Y me cargan estos programas tipo reallity. En verdad, me cargan porque yo me engancho, siempre me sé la vida de todos los participantes, sufro con ellos y les mando mensajes desde mi televisor como si me escucharan. Pero con estos gorditos es peor, hasta me he puesto a llorar con sus historias. Es que esa talla de que los gordos no ven por donde hacen pis es un pelo de la cola, al lado de una niña gordita que nunca ha dado un beso.
Atroz de macabro.

Me la sufro todo el programa y si estoy comiendo, dejo al tiro el plato de lado. Así como para solidarizar yo creo. Y olvídate de los dulces y otras cosas, si cuando voy comiendo un helado en la calle yo lo escondo de los gorditos. No porque crea que me lo van a quitar, como me dijeron una vez, sino porque en el programa dicen que no hay que tentarlos.

Hace poco dieron un especial del mórbido más mórbido del mundo. Y yo venía llegando de clases muerta de hambre y cansancio, así que me puse a comer en la cama tipo 11 de la noche. Pero cuando lo vi postrado en su cama por años me vino un ataque múltiple y dejé de comer, mientras le decía a mi mamá que yo nunca quería ser morbi, así que no me dejara comer nunca más. Obvio que me obligó igual, pero me estaba haciendo mal esto de deprimirme por comer, así que tuve que cambiar el canal no más.

Pero volviendo a “Cuestión de peso”, me acordé de este programa porque me junté con una guachi-amiga a almorzar y con todo esto del verano y los bikinis, nos hizo pasar de largo por los platos ricos y volcarnos por un “atún al plato”. Bueno, mi amiga anda harto más embalada que yo con el asunto y me contó que ella tenía su propio “Cuestión de peso” en la casa.

Y yo me atoré con la lechuga imaginándome al tío en la pesa.

Pero no, ella no más está participando y se tiene que pesar todos los días. Y yo la compadezco con el alma porque yo no me podría auto-infringir ese daño diariamente.
Lo más chistoso es que me cuenta que hace una semana la echaron – ¡de su propio concurso!- porque había subido de peso.
Y que se iba de vacaciones e iba a comer de todo igual no más, porque pensaba a la vuelta entrar a su programa por repechaje...

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miércoles, 2 de enero de 2008

2008 de Amarillo y Cantando

El 31 nos juntamos toda la familia en la parcela de mi primo y con mi hermana estábamos re preparadas, métale bajando música prendida para bailar toda la noche. Llegamos y estaba la full producción, es como cosa de familia parece. Yo era la encargada del cotillón así que llevaba bolsas con sombreros, antifaces, pulseras luminosas y cosas así. Pero la casa estaba preciosa y más encima, en el patio –bueno, la parcela- estaban las mesas, demasiado decoradas y…
Ahí le vi. La pantalla blanca y un equipo de música: ¡karaoke!
Debo admitir que me tenía nerviosona el tema, hacía como que hablaba pero de reojo le coqueteé toda la noche al karaoke. O sea, yo tengo el problema del cantante incomprendido, ese que canta muy bien pero el resto no le escucha tan bien, pero las ganas de poner mi canción favorita y cantarla a todo chancho no me la quitaba nadie.

Después de la cena, mi tío casi nos hizo llorar a todos, pero dulcemente. Hizo un video con fotos pero the real antiguas, así como cuando las cámaras tenían un pajarito y se disparaban con polvo incluido. Mis abuelitos ya salían abuelitos, así que todavía no sé cómo eran de jóvenes, pero después empezaron a desfilar en las fotos mis papás y mis tíos, en esa época en que todos eran regios y galanes (ja).
¡Y mi papá tenía pelo!
O sea, no es como que yo no supiera, si sabía que en algún pasado tuvo así como por lógica, pero nunca lo vi y no le creía que fuera chascón tampoco, si papá es joven y pelado. Pero sí era chascón y parece que de ahí yo saqué mis rulos. Mi mamá se veía regia y no sé cómo me discute por seguir la moda, si ella parecía portada de revista de la nueva ola (Y le tiré el carnet!) También salíamos todos los primos, en unas pintas que gritaban “ochentenas”, cuál de todos peor, si yo creo que afortunadamente uno mejora con los años, pero muy lindos los recuerdos.

Pero volvamos al tema del karaoke.
Así como pocas veces ocurre conmigo, me hice de rogar. Pero en serio, si apenas prendieron el equipo el público gritaba –bueno ya, mi familia- “Cote, Cote”, y a mí como esos gritos me hacen sentir famosa, pero igual me dio pánico escénico.
Hasta que salió la canción de Chayanne. Y tuvieron que sacar mesas del medio porque si digo que me abalancé al escenario, es poco. Más encima con un kilo de cotillón encima y los cables, fue show. ¡Incluso me grabaron! (admito que estaba embalada) Y mi tío está amenazado con demanda si lo sube a youtube, porque no quiero desperfilarme siendo tan joven.
Ah y me compré ropa interior amarilla. Me la puse y es tan linda, que creo que la ocuparé el resto del año también.

Recibí casi todos los abrazos que quería, me junté con los que más quiero y nos reímos hasta hacer micro-abdominales. Bailé con mis sobrinos, sobre todo con Daniel, que insistía en que lo tomara en brazos para seguir los pasos de las sonoras varias. No sé cómo no nos caímos, pero todavía escucho sus risas cuando lo hacía girar.
Ojalá que sea cierto que lo del 1º de enero es un designio de lo que viene para el año, porque éste estuvo increíble.

¡Saludos a todos! ¡Espero que hayan tenido un Año Nuevo increíble!

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