Lo admito, yo siempre he sido consumista de las súper ofertas y pertenezco a ese público fiel de los info-comerciales. Son de lo más fomes que hay y ni siquiera yo creo que ese shampoo tenga el don de hacer salir más cabello, pero igual se lo quiero comprar a mi papá. Por si acaso.
De hecho ni siquiera estoy muy convencida de que esa súper aspiradora que no se conecta a la corriente sea capaz de recoger hasta agua del piso, pero apenas tenga una excusa lo suficientemente buena, voy a persuadir a mi mamá de que llamemos a México para encargarla. Y tampoco sé dónde ocuparía esa mágica ampolleta indestructible y sin cableado que se pega en cualquier pared, pero la quiero, la encuentro súper necesaria! Y le voy a pedir a mi abuelo que imite ese mueble donde se pueden guardar hasta 12 pares de zapatos en un espacio mínimo! Ése si es el mejor invento…
Pero los que me matan, son los vendedores de la micro.
Con la frase “yo no vengo a vender, vengo a regalar” ya me pongo tiritona, porque sé que se viene una buena oferta. Cuando los sacan de sus envases y se ven los productos brillantes, yo trato de no mirarlos porque en verdad, me debo ver como devota ante la virgen. Si dicen “este producto no lo encuentran en cualquier bazar” yo ya lo deseo porque significa que es difícil de conseguir y sobre todo, que yo no lo voy a poder conseguir en otra parte, y si hay algo que odio es que me digan que yo no puedo algo.
Pero definitivamente es la frase “Pero para que sea una real oferta, no se lleva sólo uno, ni dos, sino que TRES por el PRECIO DE UNO…”
Ahí, de frentón, ya cagué; estoy con la mano en alto y sacudiéndola casi como que se me fuera a pasar el tren. Y si el vendedor en cuestión se demora o pasa con otro pasajero primero, me preocupo de hacer contacto visual con él de inmediato, no vaya a ser que se baje o se le acaben antes de darme el mío.
Bah! La gente debe creer que soy el “Palo blanco” de la micro.
Producto de esta devoción enfermiza, en que la palabra “oferta” me deja un poco lela y que estoy convencida que eso de subirte justo a la micro –ninguna otra- donde justo se subió el vendedor con ese producto –único en su especie- que siempre quisiste, casi responde a un mandamiento divino donde veo que el cielo se abre un poco y alguien de allá arriba me iluminara y me dijera “sí hija, éste es tú momento”, entonces obviamente yo no puedo decir que no, es que tengo lo que mi mamá denomina la “colección de tonteras de la micro”.
Porque he llegado a casa con numerosos cepillos de dientes de distintos colores, que admito son bien malos, con suerte duran un par de días pero como tengo tantos y la mayoría se doblan porque son ideales para viajar, no importa. Tengo también una herramienta especial para cortar vidrio para cuando me decida a ser artista y haga un “collage” con vidrios de colores. Me compré un blanqueador de dientes que viene con una instrucción en chino, así que todavía no me atrevo a probarlo. También una colección de plumas con recargas que está intacto sobre mi escritorio, porque se ven muy bonitos así. Compré el juego de 12 lápices pasta de colores, de los cuales sólo 2 sirven, pero estaban tan baratos y venían tantos que no pude evitarlo. Una vez compré tres reglas al precio de una, así como que había olvidado que no las ocupo desde el colegio. Y una corchetera chiquita con corchetes también chiquitos, que me encanta porque la traigo siempre en mi cartera y sé que algún día me sacará de apuros. Tengo también un set de herramientas del buen dueño de casa, que pretendo ocupar cuando me vaya a vivir sola (escúchanos señor…). Ah! Y tengo un desatornillador que además de sacar obvio, tornillos, mide la corriente de un enchufe. Ése si que no sé cuándo lo voy a ocupar.
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lunes, 6 de agosto de 2007
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4 comentarios:
Muy bien muy bien, es cierto, aveces es casi imposible resistirse a esas ofertas, como que todo te sirve.... gracias Cote por hacerme reir tan temprano, de veras, lo necesitaba... te quiero mil, de verdad.
Los vendedores de micro me traen una sensación nostálgica-romanticona. Echo de menos a esos tipos. Ya no los veo porque no tomo micro. Se extraña el lenguaje siútico y su perfecta entonación, con el seseo típico del C3-D.
Jajajaja, espectacular, debo afirmar que en varias líneas no pude dejar de sentirme identificado. Trato de no tentarme a las ofertas, no sólo de micros, pero a veces hay una fuerza más allá que te lleva a pecar, caer y comprar solo para acumular, pensando en que tal vez mañana o en un futuro no muy lejano aquello servirá.
Entre tanto producto extraño, debo confesar que en "bodega" tengo semillas en un arranque de jardinero que alguna vez me dio, a sabiendas de que no cuento con el tiempo necesario para dedicarle al cultivo de ciertos productos, pero que ahora con el alza sostenida de verduras y demaces, tal vez me venga bien, después de todo no fue una mala compra... debo pensarla como una inversion a largo plazo. Creo que ahora mismo iré a plantar aluna cosillas...
Besos y abrazos desde Valparaíso.
Darwin
Juajajajaja... tuve que disimular la risa pq sino van a cachar ak en mi job que no estoy trabajando, jajajaja pero qué risa!!
Yo aprendí a resistirme a los vendedores de la micros, principalmente pq desconfío... aunque he estado tentada de comprar los lápices pasta de colores, pero no los he vuelto a ver desde transantiago :(
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