A mí me encanta manejar.
El único trayecto al que le hago el quite es al centro de Santiago, porque los peatones tienen ese fenómeno de “oveja” que cuando uno cruza ¡todos le siguen! Sin importarles si están con rojo o no. Más encima en las calles del centro como que creen que todo es paso de peatón y nones: ¡por eso existen los semáforos!
Pero ellos no, llegan y se lanzan y me he quedado mil veces metida en medio de la calle porque ya me dio la luz roja y los peatones, todos tiernos, paseando…
Una vez una señora me gritó el tremendo garabato por haberme quedado ahí al medio y me golpeó el auto. Ultra agresiva. Y yo bajé el vidrio y le grité: “cómprate un auto, perica”.
Fue mi desquite macabro y le pedí a San Pedro que cerrara los ojos, porque lo vi echándome del cielo de una patada. Pero igual me sumé mil puntos, porque nadie me garabatea ni nadie le pega a “La Joyita”.
“La Joyita” es el auto. No sabemos cómo anda todavía si a cada rato le dan unos ataques como si quisiera irse al cementerio de los papús, así que lo tratamos con mucho cariño para que no nos deje en pana. Y cuando lo dejamos estacionado papá hace como que le pone alarma para alertar a los patos malos. Y eso que no tiene ni alarma.
Yo le digo que si a alguien se le ocurre robarse a “La Joyita”, le va a dar pena y lo más probable es que nos deje plata arriba del auto…
Pasé a buscar a mamá al trabajo y como que le da susto ir conmigo de copiloto. Apenas se sienta se cruza el cinturón de seguridad. Yo le digo que es enferma de miedosa si no pasa nada, pero cada cierto rato me dice que frene un poco.
Le indico la velocidad a la que voy y después la señaletica, que andamos de lo más coordinadas siempre. Me mira feo y sigue.
¿Vas apurada? No. Entonces porqué tan rápido. Mamá, es como soy como Schumacher, amo la velocidad y no puedo andar lento. Y quién es Schumacher. Mamá, si sabes quién es. Ya, pero él compite y le pagan por eso, a ti no.
Punto para ella. Freno un poco.
Pero ayer me piqué.
Pasó una viejita como de 90 años echa un bólido al lado mío, en un tremendo auto. Tan grande, que hasta “La Joyita” se ofendió. Schumacher se me había ido a las pailas, derrotada por la protagonista de “Los años dorados”.
Y estoy segura que la vieja me sacó la lengua cuando pasó rajada al lado mío.
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